El control de un proyecto se debería establecer como
una función independiente de la gestión del mismo. En esencia, consiste en implementar
procesos de control y verificación durante el desarrollo de un proyecto de cara
a reforzar los objetivos de rendimiento predefinidos. El control de proyectos
también incluye las siguientes tareas:
Ø La creación de una infraestructura que permita a los
responsables del control disponer en todo momento de la información adecuada y
actualizada del proyecto.
Ø El establecimiento de canales de comunicación para
informar de las desviaciones en los hitos planificados del proyecto.
Ø Fijar un sistema con los indicadores clave de
desempeño.
Ø El establecimiento de métodos que garanticen a una
adecuada estructura y asignación de recursos en el proyecto, la organización de
los flujos de trabajo (workflow), y la creación de códigos de buen gobierno.
Ø Asignar recursos para la formación de los
integrantes del proyecto en aquellas áreas que lo requieran, principalmente
para evitar los errores más comunes en la gestión de proyectos.
Ø Garantizar la transparencia en la ejecución de todas
las tareas que componen el proyecto.
El cumplimiento e implementación de estas tareas se
puede lograr a través del uso de herramientas y métodos específicos, como los
siguientes:
Ø Análisis de coste-beneficio.
Ø Encuestas de expertos.
Ø Simulaciones.
Ø Análisis de la tendencia en el cumplimiento de
hitos.
Ø Análisis de la tendencia de costes.
El efectivo control de un proyecto permite que esté
bien encaminado y se ejecute a tiempo y según lo presupuestado. Comienza en las
etapas tempranas de la planificación y termina con la fase de revisión, una vez
que ha concluido el proyecto. Los proyectos se pueden auditar o revisar durante
su desarrollo. Las auditorías formales normalmente analizan el cumplimiento de
la planificación o los riesgos que se están asumiendo. Los gestores del proyecto
suelen ser los que fijan los objetivos de dicha auditoría. El examen puede
incluir una comparativa entre los procesos aprobados para la gestión del
proyecto y cómo se está realmente administrando. Cada proyecto se debería
evaluar según el nivel de control que se necesite: demasiado control consume
tiempo, mientras que la laxitud puede acarrear demasiados riesgos.
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