Partiendo de la base que conlleva por definición el
concepto de cultura, según lo expresa James Stoner y otros (1996, pág. 198), la
cultura constituye una compleja mezcla de supuestos, conductas, relatos, mitos,
metáforas y demás ideas que encajan unos con otros y definen lo que significa
ser miembro de una sociedad. Para Héctor
Murcia (2011, pág. 22), la cultura representa el conjunto de conocimientos,
valores, modos de vida, costumbres, que caracterizan a una persona o a la vida
tradicional de una población.
Se supone que la cultura emprendedora se exterioriza
como una forma intrínseca del individuo ligada a la iniciativa innovadora y
creativa. Esta actitud como forma de vida, consiste en identificar
oportunidades de negocios y adquirir los recursos necesarios para organizar una
fuente de generación de empleos, es decir, crear una empresa.
Para fomentar esta actitud y crear las condiciones que
permitan impulsar el espíritu emprendedor, se requiere de un plan estratégico
que involucre las siguientes actividades:
1.
La sensibilización: en esta actividad lo que se pretende es propiciar un
escenario favorable a fin de poder motivar al individuo hacia la iniciativa y a
la acción. Dar a conocer de los grandes beneficios que generan de un
emprendimiento, la disposición al cambio, actitud proactiva y la
experimentación al riesgo.
2.
La investigación: es considerada como una actividad humana orientada a
la ampliación y búsqueda de nuevos conocimientos, y su finalidad es comprender
los fenómenos sociales y económicos con el objetivo de encontrar soluciones a
los problemas. Mediante esta actividad el individuo puede identificar posibles
oportunidades de negocios, los recursos que se requieren, conocimiento del
costo que conlleva el emprendimiento y analizar el mercado.
3.
La Docencia: en esta dimensión, se requiere formar a los futuros
emprendedores en materia de procedimientos para la elaboración de un plan de
negocio, cuya finalidad es develar el contexto en la cual se desarrollará el
emprendimiento. El plan de negocio representa la manifestación y estructuración
formal del objetivo establecido del negocio.
Contempla un documento escrito donde expresa las actividades que deberán
llevarse a cabo en la organización del negocio, en ella hace referencia a la
situación general del negocio, sus estrategias, análisis del mercado, estructura
organizacional y el estudio financiero y económico. Se desprenden de este
documento temas como la comercialización del producto o servicio, el precio,
sus clientes potenciales, las fuentes de financiamiento, el personal que se
requiere, su localización, la política
de crédito, los aspectos legales, entre otros temas. El propósito fundamental de hacer docencia
sobre una idea de negocio es que la posibilidad de ejecutar la acción, sea
expresamente viable, minimizando el riesgo a fracasar y hacer que esta idea
brinde confiabilidad ante una institución financiera para la captación de
recurso financiero. En término general, a través de este documento se busca
evaluar la rentabilidad del negocio.
4.
La articulación a sectores productivos y financieros: si pretendemos fomentar una cultura emprendedora,
además de lo que se ha planteado anteriormente, es importante buscar los
mecanismos que permitan garantizar que los pequeños emprendimientos puedan
mantenerse en el mercado, a través de una política o modelos de cooperación,
como una opción estratégica que puede favorecer su desarrollo y crecimiento. Las motivaciones que pueden resultar de este
modelo estratégico, se fundamenta en que para algunas empresas pequeñas entrar
en un mercado altamente competitivo significaría algo imposible de alcanzar sus
objetivos en forma individual. Existen
diversas formas de organización y de cooperación que pueden favorecer a los
pequeños emprendimientos, ya sea generando una cadena de valor para obtener una
ventaja competitiva en el mercado o tener la facilidad para obtener recursos
financieros. Entre algunos modelos de cooperación y de organización que pueden
ser utilizadas, están: los clouster comerciales o productivos, la
asociatividad, el cooperativismo o algún tipo de alianza estratégica que admitan
aprovechar y potenciar los recursos de sus integrantes. Estas son algunas alternativas que se podrán
considerar como un planteamiento
estratégico para que el desarrollo y crecimiento de los nuevos emprendimientos,
caracterizados por su tamaño y de baja inversión, puedan adaptarse y mantenerse
a las condiciones que opera la economía y a las nuevas exigencias competitivas
del mercado global.
Los agentes que están vinculados frente a esta tarea,
deberán estar comprometidos con las distintas actividades, satisfaciendo
adecuadamente las necesidades de los emprendedores con miras a obtener
resultados óptimos en todo su proceso de forjamiento de esta cultura.
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