viernes, 25 de octubre de 2013

Cultura Emprendedora

Partiendo de la base que conlleva por definición el concepto de cultura, según lo expresa James Stoner y otros (1996, pág. 198), la cultura constituye una compleja mezcla de supuestos, conductas, relatos, mitos, metáforas y demás ideas que encajan unos con otros y definen lo que significa ser miembro de una sociedad.  Para Héctor Murcia (2011, pág. 22), la cultura representa el conjunto de conocimientos, valores, modos de vida, costumbres, que caracterizan a una persona o a la vida tradicional de una población.

Bajo estos planteamientos se podría considerar  que la cultura debe ser concebida como una forma de vida, donde el hombre actúa por naturalidad bajo un esquema mental de aprendizaje permanente, moldeando la conducta humana para ser transmitida de una generación a otra, lo que a la postre escenifica la creación de un espacio de desarrollo social y económico. Por esta razón, se argumenta mucho de que el desarrollo de los pueblos está determinado por el tipo de cultura o forma de vida de las comunidades. En este sentido, Sérvulo Anzola Rojas (2003) considera que la riqueza de una nación está determinada por la inteligencia creativa de sus ciudadanos.


Se supone que la cultura emprendedora se exterioriza como una forma intrínseca del individuo ligada a la iniciativa innovadora y creativa. Esta actitud como forma de vida, consiste en identificar oportunidades de negocios y adquirir los recursos necesarios para organizar una fuente de generación de empleos, es decir, crear una empresa.

Para fomentar esta actitud y crear las condiciones que permitan impulsar el espíritu emprendedor, se requiere de un plan estratégico que involucre las siguientes actividades:
1.    La sensibilización: en esta actividad lo que se pretende es propiciar un escenario favorable a fin de poder motivar al individuo hacia la iniciativa y a la acción. Dar a conocer de los grandes beneficios que generan de un emprendimiento, la disposición al cambio, actitud proactiva y la experimentación al riesgo.

2.    La investigación: es considerada como una actividad humana orientada a la ampliación y búsqueda de nuevos conocimientos, y su finalidad es comprender los fenómenos sociales y económicos con el objetivo de encontrar soluciones a los problemas. Mediante esta actividad el individuo puede identificar posibles oportunidades de negocios, los recursos que se requieren, conocimiento del costo que conlleva el emprendimiento y analizar el mercado.


3.    La Docencia: en esta dimensión, se requiere formar a los futuros emprendedores en materia de procedimientos para la elaboración de un plan de negocio, cuya finalidad es develar el contexto en la cual se desarrollará el emprendimiento. El plan de negocio representa la manifestación y estructuración formal del objetivo establecido del negocio.  Contempla un documento escrito donde expresa las actividades que deberán llevarse a cabo en la organización del negocio, en ella hace referencia a la situación general del negocio, sus estrategias, análisis del mercado, estructura organizacional y el estudio financiero y económico. Se desprenden de este documento temas como la comercialización del producto o servicio, el precio, sus clientes potenciales, las fuentes de financiamiento, el personal que se requiere,  su localización, la política de crédito, los aspectos legales, entre otros temas.  El propósito fundamental de hacer docencia sobre una idea de negocio es que la posibilidad de ejecutar la acción, sea expresamente viable, minimizando el riesgo a fracasar y hacer que esta idea brinde confiabilidad ante una institución financiera para la captación de recurso financiero. En término general, a través de este documento se busca evaluar la rentabilidad del negocio.

4.    La articulación a sectores productivos y financieros: si pretendemos fomentar una cultura emprendedora, además de lo que se ha planteado anteriormente, es importante buscar los mecanismos que permitan garantizar que los pequeños emprendimientos puedan mantenerse en el mercado, a través de una política o modelos de cooperación, como una opción estratégica que puede favorecer su desarrollo y crecimiento.   Las motivaciones que pueden resultar de este modelo estratégico, se fundamenta en que para algunas empresas pequeñas entrar en un mercado altamente competitivo significaría algo imposible de alcanzar sus objetivos en forma individual.  Existen diversas formas de organización y de cooperación que pueden favorecer a los pequeños emprendimientos, ya sea generando una cadena de valor para obtener una ventaja competitiva en el mercado o tener la facilidad para obtener recursos financieros. Entre algunos modelos de cooperación y de organización que pueden ser utilizadas, están: los clouster comerciales o productivos, la asociatividad, el cooperativismo o algún tipo de alianza estratégica que admitan aprovechar y potenciar los recursos de sus integrantes.  Estas son algunas alternativas que se podrán considerar  como un planteamiento estratégico para que el desarrollo y crecimiento de los nuevos emprendimientos, caracterizados por su tamaño y de baja inversión, puedan adaptarse y mantenerse a las condiciones que opera la economía y a las nuevas exigencias competitivas del mercado global.

Los agentes que están vinculados frente a esta tarea, deberán estar comprometidos con las distintas actividades, satisfaciendo adecuadamente las necesidades de los emprendedores con miras a obtener resultados óptimos en todo su proceso de forjamiento de esta cultura.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario